sábado, 21 de septiembre de 2013

12/3/2013

No recuerdo muy bien las circunstancias en las que escribí esto, aunque la fecha (por suerte) estaba apuntada debajo. Abriendo un cuaderno olvidado, me lo he encontrado como un regalo y he decidido que nunca es tarde. 


Noches vacías
frías, oscuras, absurdas.
En las que el sueño ausente
se hace de rogar
y la mente nublada
busca fantasmas en las sombras.
Bocas que se abren
sedientas, desdentadas.
Corazones palpitantes y calientes,
sombras disfrazadas
de rostros desfigurados.
Y, a los primeros haces
de luz matutina
grisácea, moteada
se encoje el cuerpo
tentáculos asfixiantes
lo agarran por detrás
como dedos fríos
que su alma congelan
en una angustia espectral
recorriendo sus venas
y sus nervios, sin avanzar.
Una parálisis,
un terror mudo
que a veces escapa
en un llanto histérico
hijo del miedo
que ataca sin avisar.

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