¿Por qué no hicieron un pacto
un muto ayuno
de besos, de tacto,
de miradas uno a uno?
Quizás fue eso lo que pasó:
que, aun teniendo cerca un mechero
el cigarro se consumió
apoyado en el cenicero.
Quizás nadie le dio importancia
a un cuento manoseado
a unos dedos que, sin ansia
se encontraban en sueños gastados.
Pues, si alguien cultiva el sabor
de los labios de otra boca
cultiva también el calor
que enciende todo lo que toca
y aviva, sin abrasar
los caminos del verbo amar.