Quiero que recuerdes
que, por fin, cada beso es el primero
y que los frutos estaban verdes
pero es ahora cuando me entero.
Que, tras muchas sábanas frías
las mañanas contigo me dan la mano
para decirme que son todas mías
al tocarnos el sol como teclas de un piano.
Al tibiar nuestros cuerpos pegados
convirtiéndose en cuna de nuestra calma
que, mientras estemos abrazados
el invierno no llega a mi alma
y esta primavera que empezaste
un eterno nacimiento
no hace si no alargarse
prolongándose en el tiempo.
Y firmo un pacto con la ceguera
sin dudarlo un momento
si eso significa ser tuya entera
y que tú seas mi viento.