domingo, 21 de octubre de 2012

Solo el respirar

Bulle actividad
hormiguea la corteza
a cuarenta km de altura
mientras el tiempo se para.
Todo es comprendido,
aunque nada tenga sentido
de repente, el cielo se cierra
sobre sí mismo, un infinito.
La vida, qué insignificante
solo el respirar, qué nimio.
El cuerpo se hace mundo
y el mundo no existe.
Atropellados, ellos, corren
para no perder ni un minuto
sin darse cuenta:
ya los perdieron todos
porque nunca se los dieron.
El todo por la parte.
Y, en un instante,
vuelve a la ¿realidad?
El genio inmortal, eterno,
etéreo, efímero,
ha muerto.
Recupera la normalidad,
su normalidad
el corazón a mil
y la cabeza a menos cien.

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