lunes, 10 de diciembre de 2012

10/12

Suena el despertador
se levanta despacio, desacompasada.
Movimientos lentos y boca cerrada.
Pero hace mucho que la vida
abortó la misión de borrarle
la sonrisa de la cara.
Así que en cinco minutos
ya  tiene pintado el mundo
en gama de colores brutos.
Hace café y ya todo huele a ella
se mueve con ella
respira con ella.
Se le hace tarde, se tropieza
se viste rápido, rompe una media.
Da igual, no llego, piensa nerviosa.
Mira el reloj, me mira a mí.
Vuelve a mirar el reloj.
Se acerca y me regala un beso veloz.
O dos.
Sale corriendo y cierra con cuidado
pero ya no importa;
sus labios me han despertado.
Así que guardaré como un tesoro
su sabor cálido de invierno.
Y taparé rápido la cama
para guardar su fantasma bajo el edredón
que no se escape
hasta que vuelva.
Esquivaré las horas mientras tanto.
Y de repente,
el sonido de llaves, sus pisadas fuertes.
Su eterna sonrisa y sus ojos profundos
inmensos
que ven a los míos desnudarla.
Dibuja sus líneas delante de mí
Y se mete conmigo en la cama.

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